Eran las 11 de la mañana cuando las campañas fúnebres de Catedral, se escucharon.
Cientos de feligreses llenaron el templo para darle el último adiós a quien por 57 años estuvo al frente de la Iglesia Católica, Monseñor Arturo Antonio Szymanski.
El obispo, el amigo, el confidente, el consejero, el papá como le decían algunos de los sacerdotes, era despedido en su última misa, en un templo donde seguramente oficio bautizos, confirmaciones o bodas.
Donde el sabio consejo o un buen sermón fue escuchado por los potosinos.
“Su herencia que él dejo ahí permanece, es presencia y esa es una presencia que se masó por los años, todo lo que vivió y eso nos ayudará a continuar la obra que él realizó, no solo al frente sino después”.
Los feligreses tenían el rostro cabizbajo, el templo lució abarrotado y todos querían estar más cerca del féretro para tomar una fotografía o hacer una transmisión en vivo.
En la Catedral Metropolitana impero el silencio, los coros celestiales llenaban de ecos el lugar.
Al centro del altar quedó el féretro, encima fue colocada su mitra y ornamenta, mientras que el báculo quedó a un costado.
Desde hacer tres años, dejó especificado la vestimenta que utilizaría el día de su muerte.
“El uso una mitra cortita, porque él lo dejó escrito donde decía que iba hacer un ornamento morado, especificó cuál, que mitra porque era la más chiquita y era en la que podía caer en la caja”.
A la misa exequial asistieron el cardenal Norberto Rivera, el arzobispo de León, dos obispos auxiliares de la Ciudad de México, el obispo emérito de Querétaro, el Arzobispo de Aguascalientes y otras autoridades eclesiásticas.
Al finalizar la ceremonia religiosa, los asistentes aplaudieron para despedir al arzobispo emérito para después trasladar el cuerpo al mausoleo de la Catedral Metropolitana, pues ahí fue depositado el féretro junto con otros obispos que yacen en el lugar.