China ha dado hoy el primer paso firme para la conquista del lado oculto de la Luna. Minutos antes de las 5:30 h am (hora local), el satélite Queqiao despegaba con éxito desde el centro de lanzamiento Xichang, situado en la provincia de Sichuan (al sur de la región), utilizando un cohete Larga Marcha 4C. El país asiático ha conseguido de este modo superar la primera fase de la misión Chang’e 4, que tendrá como objetivo explorar la cara que resulta imposible observar desde la Tierra.
Queqiao, cuyo nombre en chino podría traducirse como “Puente de la Urraca”, ayudará a establecer las comunicaciones entre la Tierra y el aterrizador de Chang’e 4 —que partirá hacia la cara oculta de la Luna no antes del verano—. Según un cuento popular del país, este tipo de pájaros formaron un puente durante la séptima noche del séptimo mes del calendario lunar con el fin de que una niña tejedora llamada Zhi Nyu pueda conocer a su amante, el pastor Niu Lang, en apenas veinticuatro horas. La relación entre ambos estaba prohibida, por lo que la pareja, de acuerdo con la historia tradicional, fue desterrada a extremos opuestos de la Vía Láctea.
El satélite ya se encuentra en una órbita de transferencia lunar, desde donde viajará al lugar que ocupará de forma permanente impulsándose gracias a la gravedad lunar. En particular, llevará a cabo su trabajo desde el punto de Lagrange L2 del sistema Tierra–Luna, que alcanzará durante las próximas semanas. Esta posición le permitirá estar a unos 65.000 kilómetros de la superficie lunar y a 455.000 kilómetros de nuestro planeta, esperando la llegada del componente principal de la misión.
Queqiao no viaja solo hacia la Luna
El cohete Larga Marcha 4C también incluía otros dos pequeños satélites, llamados Longjiang-1 y Longjiang-2, y una antena holandesa que respondía a las siglas de NCLE (Netherlands Chinese Low-Frequency Explorer, en inglés). En el primer caso, su finalidad será orbitar alrededor de la Luna para llevar a cabo observaciones astronómicas en longitudes de onda ultralarga. Los datos recopilados por estos pequeños instrumentos, de apenas cuarenta y cinco kilogramos de peso, servirán para entender un poco mejor el llamado amanecer cósmico, es decir, los momentos en los que se empezaron a encender las primeras estrellas del universo.
En el segundo caso, la antena NCLE tratará de detectar las débiles señales de radio procedentes de las primeras etapas del cosmos primigenio, cuando el universo era frío, oscuro y estaba compuesto principalmente de hidrógeno. El pionero experimento, que intentará captar frecuencias entre los 10 y los 30 MHz —bloqueadas en la Tierra por culpa de la atmósfera—, es una iniciativa promovida por el sector público y la industria privada de Holanda. Sus impulsores, que han colaborado directamente con la administración china, esperan escribir un nuevo capítulo en la historia de la astronomía. Algo que, si todo sale según lo previsto, también conseguirá la misión Chang’e 4 durante los próximos meses.